domingo, 25 de marzo de 2012
La leyenda de Iguá y Porá Sí
Para Iguá, joven guerrero de una tribu guaraní, la selva y el monte no tenían secretos. Conocía sus peligros y no los temía. Con el corazón repleto de aventuras, se internaba mas y más en la espesura, deseoso de explorar lo desconocido.
Un día su espíritu aventurero lo llevó hasta muy lejos de su tribu. Ahí, cerca de la ribera de un caudaloso río que no había visto antes, conoció a Porá-sí, una hermosa y dulce joven.
La belleza de la india lo hechizó de tal forma, que desde ese día, Iguá sólo transitó aquel camino, que lo llevaba junto a la muchacha. Así fue como se enteró que Porá-sí era hija de un cacique y que jamás consentiría en la unión de los jóvenes, ya que deseaba casarla con uno de sus mejores guerreros. A pesar de eso, los muchachos muy enamorados no dejaron de verse un solo día y a toda hora.
Pasó el tiempo y una tarde, Iguá encontró a Porá-sí llorando desesperada, su padre había decidido que para la próxima luna llena, se casara con el guerrero elegido. Entonces planearon huir juntos del lugar ... ¿Pero hacia dónde?
Iguá sabía muy bien que llevar a Porá-sí a su tribu pondría en peligro a su gente, porque el padre no la perdería sin luchar. Internarse en la selva no era cosa que él temiera, pero su amada tal vez no soportaría los pesados días de marcha. Sólo quedaba tratar de cruzar el caudaloso río, que se extendía frente a ellos... y tomados de la mano se pusieron a buscar el lugar de menos correntada y peligro.
De pronto escucharon gritos a sus espaldas. Habían sido descubiertos y los guerreros se acercaron hasta rodearlos. Desesperado Iguá, temiendo por la vida de Porá-sí, la subió a un grueso tronco que estaba en la orilla y lo arrastró con todas sus fuerzas hacia el centro del río. Ya las primeras flechas empezaban a caer junto a ellos.
Muy pronto Iguá perdió pie y el tronco comenzó a tambalearse de un lado a otro arrastrado por la corriente. Una lluvia de flechas cala sobre ellos.
El joven buscó la mirada de Porá-sí y encontró la respuesta a su pregunta: "mejor morir juntos que vivir separados".
Por suerte Tupá estaba observando y compadecido de los jóvenes, guió el tronco con mano firme sobre las turbulentas aguas, y formó grandes barrancos por los que el agua cala a torrentes, cortando el paso de los guerreros, que no se atrevieron a seguir adelante.
Cuando Iguá y Porá-sí llegaron a la otra orilla vieron que detrás de ellos se habían formado enormes cataratas, por donde era imposible pasar. Entonces se arrodillaron y agradecieron a Tupá por haberlos salvado.
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