Hace muchísimo tiempo, cuando la guerra era un oficio de reyes, salían a pelear y volvían años más tarde, sucios y cansados. Esto le sucedió al rey Vigildo, que una mañana partió para la batalla y regresó veinte años más tarde, cansado y adolorido.
La reina Inés lo recibió con el baño pronto, pero cuando llegó el momento de bañarse, el rey no quiso saber nada.
Todos quedaron petrificados ante la negativa.
- ¿Cuál es el problema, Majestad?- preguntó el chambelán- ¿El agua está muy caliente, el jabón frío, la bañera muy profunda?
- No, que no. Pero no me voy a bañar.- contestó el rey.
No hubo manera de convencerlo. Intentaron forzarlo, pero hizo un gran escándalo.
La reina intentó que al menos, se cambiara las medias. Era buena hora, luego de veinte años.
Todos estaban intrigados y deseaban saber qué ocurría. Lo acosaron con preguntas durante días. Hasta que finalmente, el rey confesó:
- Extraño el campo de batalla. Estuve demasiado tiempo de guerra, me sentiría ridículo y aburrido dentro de una bañera. ¿Qué clase de rey guerrero sería? Más bien, parecería un guisante remojado.
La familia se puso a buscar una solución, hasta que al viejo chambelán se le ocurrió una buena idea. Mandaron fabricar una fortaleza, barcos, soldaditos y algunos dragones, para poner en la bañera del rey.
Vigildo estaba encantado y no dudó en meterse al agua. Comandaba sus ejércitos de juguete a viva voz. Daba órdenes y planeaba estrategias, mientras su campo de batalla flotaba sobre el jabón.
Eso es lo que cuenta la esponja. También dice, que desde esa época, quedó la costumbre de colocar juguetes en la bañera, para que los niños tengan con qué entretenerse a la hora del baño, para que nunca se aburran.
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