Llévate el torbellino de las horas
y el cobalto del cielo y el ropaje
de mi árbol de septiembre y la mirada
del que me abría soles en el pecho.
Apágame las rosas de la cara
y espántame la risa de los labios
y mezquíname el pan entre los dientes,
vida; y el ramo de mis versos, niega.
Más déjame la máquina de azules
que suelta sus poleas en la frente
y un pensamiento vivo entre las ruinas;
lo haré alentar como sirena en campo
de mutilados y las rotas nubes
por él se harán al cielo, vela en alto.
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