lunes, 27 de agosto de 2012

Historia de un amor exagerado de Graciela Montes


Y empezó (la historia) en día jueves y en la segunda hora, en el preciso momento en que Santiago Berón, el más
petiso, vio entrar por la puerta del aula de tercer año a Teresita Yoon, la nueva. A partir del recreo de las diez,Teresita
Yoon, la nueva, también empezaría a llamarse Teresita Yoon, la china, pero, para decir verdad, era coreana.
Teresita Yoon, la nueva, era linda. O, por lo menos, linda lo que se dice linda le pareció a Santiago cuando la vio
entrar con el delantal muy blanco y el pelo muy negro por la puerta del aula. Tenía mejillas redondas como bizcochos tostados, ojos largos como hojas de laurel salvaje y una sonrisa tan pero tan sonrisa [...].Teresita Yoon,la nueva,
entró un poco asustada, mirando tímidamente a todos con sus ojos de laurel salvaje.
—¡Adelante! —dijo la señorita [...].
Entonces,Teresita Yoon hizo una pequeña reverencia y dijo como quien canta:
—An nienj.
Y ahí estalló la primera carcajada. Una sola [...], y después un montón de carcajadas.
—¿Qué decís? —chilló Gualberto.
—¿En qué hablás? —rugió Damián.Y se oyeron los cuchicheos y las risitas de dos chicas de por ahí cerca [...].
A Teresita Yoon los bizcochos se le pusieron rosados y las hojas de laurel salvaje se llenaron de agua.
La señorita [...] se dio cuenta de que ya era tiempo de dejar la tiza y de acercarse a Teresita. Le rodeó los hombros
con el brazo, miró muy enojada hacia el rincón de las carcajadas y dijo:
—Teresita Yoon es coreana y nos saludó como se saludan todos en Corea. Ahora se va a quedar a vivir acá y va
a aprender a saludar como nosotros.
La señorita sabía mucho de esas cosas porque tenía un novio italiano.
Graciela Montes
Buenos Aires, Colihue, 1997 (fragmento).
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