domingo, 25 de marzo de 2012

Leyenda del Lago Aluminé

Se cuenta que Nguenechén decidió un día que Antú (dios del sol) y Puyén (diosa de la luna) fuesen marido y mujer y en su nombre reinaran sobre la Tierra. Cumpliendo con los designios de Nguenechén, se los veía siempre juntos marchar por el espacio. Luego de pasado un tiempo, Antú se volvió desamorado y caprichoso, Puyén le reprochó su injusto proceder y Antú reaccionó indignado y le propinó un golpe en la cara. Este altercado provocó la separación de los dioses. Desde ese momento él sigue como único astro del día y dueño absoluto del universo, mientras Puyén recorre sola su senda , mostrando en el rostro las huellas de sus cicatrices. Así se la veía rondando por las noches, deteniendose en las nieves, filtrándose entre las frondas, besando tiernamente las mutisias y demás flores dormidas o recostada sobre las superficies de los lagos. Un día Puyén, ansiando una reconciliación, decidió apurar su viaje y alcanzar a su inolvidable Antú antes de que este se ocultase para entregarse al reposo. Cuando estaba por postrarse a sus pies, entre los arreboles del poniente, contempló a Antú besando apasionadamente al lucero de la tarde de quien se había enamorado. El dolor le provocó un llanto tan copioso, que una noche, sus lágrimas cayeron en la tierra del Neuquén y con ellas se formó el Lago Aluminé . Lago y río tienen desde entonces la pureza y dulzura de la diosa.
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